Estás llegando a la cita. Y el corazón tirita en la boca como un animal
asustado. Parece hervir el agua de los charcos que pisan tus zapatos
gastados y hay vendaval y grillos cantando en tu cabeza. Llegas a la
tierra prometida, al abrazo que como una manta te saca el frío y te seca
el cabello, a su sonrisa de mayo perdonando tu retraso.
Estás llegando y ya la imaginas, en la boca de metro, distraída
vigilando a los transuntes, revisando los mensajes del teléfono, tan
hermosa que parece una ninfa raptada, una mujer extraña encontrada en
algún sueño de verano, un muchacha iluminando un escenario al pie de un
lago, sin gaviotas muertas, ni trágicos finales. Allí, casi a la vuelta
de la esquina esta ella. Casi has llegado.
Casi hemos terminado el disco. Y algo así como esta sensación
asalta mis días. En este disco me atreví a tocar el charango como
veréis. Trato de explicar el título, pero es como tratar de explicar el
aroma incierto de la infancia, o el color de una hoguera en nuestros
pechos. El disco, trato de decir, tiene algo de nuevo comienzo. Como
cada mañana. Como nuestro encuentro. Ya queda menos. Estoy llegando.
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