Otra vez participó Javier Ruibal
en el festival BarnaSants, con la sala Luz de Gas repleta de un público
entregado al gran músico del Puerto de Santa María. No defraudó. De
hecho no defrauda nunca y es por eso que los que le conocemos sabemos
que ir a escucharle es apostar sobre seguro: jugamos siempre al caballo
ganador.
No voy aquí a extenderme contando cosas
que son ya sobradamente conocidas sobre este ilustre cantautor andaluz.
Su trayectoria de tantos años y su honestidad con su trabajo le ha
llevado a una madurez exultante y feliz en la que se siente cómodo y
seguro consigo y con los suyos, pero así y todo jamás peca de exceso de
confianza.
Digo eso porque cuando uno ya tiene un
público numeroso y fiel, y sabe que allí donde vaya le van a aplaudir y
vitorear todo aquello que diga o cante, puede tener una tendencia
inconsciente a bajar la guardia pensando que es el dueño de todo y por
eso cualquier cosa que haga, estará bien hecha. Ruibal no es así.
Y quizás es por eso que la fama que
tiene se la ha ganado. El respeto empieza por uno mismo y por el
compromiso que se debe tener con los que te siguen. Ruibal, si de algo
presume, es precisamente de eso: de tener un público que le quiere mucho
y el mejor pago a esa legión de incondicionales es quererles con la
misma intensidad. Es un dar y recibir y en todo ese intercambio, ambas
partes se sienten sumamente satisfechas.
Ruibal es un amante de la belleza. Canta
a lo bello, que dicho sea de paso muchas veces tiene caderas de mujer,
pero a pesar de su obsesión por la sublimación de la belleza, de la
admiración por lo hermoso y del amor, su lenguaje es de una plasticidad y
de una elegancia digna de un gran caballero. El mal gusto, la palabra
fácil, la rima simple y ciertos adjetivos, no entran en su repertorio.
Es demasiado elegante para caer en la simplicidad y demasiado poeta para
cierto tipo de lenguaje.
Tanto en su faceta de músico como de
compositor e intérprete Javier Ruibal es un destacadísimo artista. Lo
dice el público que le conoce, lo dicen los colegas de profesión, lo
dicen los medios más expertos, pero él sigue a lo suyo, haciendo
canciones y entregándolas en cada concierto a los asistentes con el
fervor, la dedicación y la entrega de un principiante, pero con el saber
hacer y el dominio de un gran veterano. Todo eso y más es Javier, un
grande entre los grandes.
Sin haber dicho nada del concierto ya
está entendido casi todo. Empezó a solas guitarra en mano y siguió
después con dos músicos que hicieron una labor muy buena. Tanto en el
piano como en la batería, Iñaki Salvador y Javi Ruibal
estuvieron francamente bien. ¿Cómo puede salir mal un plato con todos
esos condimentos? Imposible. La gente cantó, lo pasó bien con algunas
canciones nuevas y otras de trabajos anteriores y agradeció a los dioses
haber podido asistir de nuevo a ver a este trabajador honesto y genial
de apellido Ruibal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario