jueves, 29 de marzo de 2012

Javier Ruibal en plena plenitud

Otra vez participó Javier Ruibal en el festival BarnaSants, con la sala Luz de Gas repleta de un público entregado al gran músico del Puerto de Santa María. No defraudó. De hecho no defrauda nunca y es por eso que los que le conocemos sabemos que ir a escucharle es apostar sobre seguro: jugamos siempre al caballo ganador.

No voy aquí a extenderme contando cosas que son ya sobradamente conocidas sobre este ilustre cantautor andaluz. Su trayectoria de tantos años y su honestidad con su trabajo le ha llevado a una madurez exultante y feliz en la que se siente cómodo y seguro consigo y con los suyos, pero así y todo jamás peca de exceso de confianza.

Digo eso porque cuando uno ya tiene un público numeroso y fiel, y sabe que allí donde vaya le van a aplaudir y vitorear todo aquello que diga o cante, puede tener una tendencia inconsciente a bajar la guardia pensando que es el dueño de todo y por eso cualquier cosa que haga, estará bien hecha. Ruibal no es así.

Y quizás es por eso que la fama que tiene se la ha ganado. El respeto empieza por uno mismo y por el compromiso que se debe tener con los que te siguen. Ruibal, si de algo presume, es precisamente de eso: de tener un público que le quiere mucho y el mejor pago a esa legión de incondicionales es quererles con la misma intensidad. Es un dar y recibir y en todo ese intercambio, ambas partes se sienten sumamente satisfechas.

Ruibal es un amante de la belleza. Canta a lo bello, que dicho sea de paso muchas veces tiene caderas de mujer, pero a pesar de su obsesión por la sublimación de la belleza, de la admiración por lo hermoso y del amor, su lenguaje es de una plasticidad y de una elegancia digna de un gran caballero. El mal gusto, la palabra fácil, la rima simple y ciertos adjetivos, no entran en su repertorio. Es demasiado elegante para caer en la simplicidad y demasiado poeta para cierto tipo de lenguaje.

Tanto en su faceta de músico como de compositor e intérprete Javier Ruibal es un destacadísimo artista. Lo dice el público que le conoce, lo dicen los colegas de profesión, lo dicen los medios más expertos, pero él sigue a lo suyo, haciendo canciones y entregándolas en cada concierto a los asistentes con el fervor, la dedicación y la entrega de un principiante, pero con el saber hacer y el dominio de un gran veterano. Todo eso y más es Javier, un grande entre los grandes.

Sin haber dicho nada del concierto ya está entendido casi todo. Empezó a solas guitarra en mano y siguió después con dos músicos que hicieron una labor muy buena. Tanto en el piano como en la batería, Iñaki Salvador y Javi Ruibal estuvieron francamente bien. ¿Cómo puede salir mal un plato con todos esos condimentos? Imposible. La gente cantó, lo pasó bien con algunas canciones nuevas y otras de trabajos anteriores y agradeció a los dioses haber podido asistir de nuevo a ver a este trabajador honesto y genial de apellido Ruibal.

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