Más de un hincha de River se lo preguntará un poco con angustia y otro poco con resignación: ¿Por qué otra vez la misma historia?
El Superclásico de verano de Mendoza tuvo algunas similitudes al de Chaco y no sólo porque Boca lo ganó y lo hizo con contundencia, sin grandes esfuerzos, sino porque la receta fue la misma: solidez defensiva, búsqueda de cortar el circuito en el mediocampo y velocidad en ataque para construir desde afuera hacia adentro.
En resumen: Pablo Ledesma tiró un gran centro y Pablo Mouche la mandó adentro con la cabeza, dejando en claro dos cosas fundamentales: la primera, que Boca es muy contundente; la segunda, que a River, si sigue marcando así, si sigue dando tantas ventajas en sus laterales (con Juan Manuel Díaz y Luciano Abecasis en lugar de Carlos Arano y Luciano Vella, repitió los mismos errores, preocupantes errores) y en el resto de su defensa, se le complicará mucho.
Futbolísticamente, el partido no tuvo discusión. Dejó en claro que lo de Chaco no fue una acumulación de casualidades o una conclusión dada por la expulsión de Alejandro Domínguez. Boca, sin jugar necesariamente bien, sin mostrarse como un conjunto que frente a un rival de una categoría inferior es capaz de hacerse protagonista, fue mucho más que River
Del resto, aparecen algunos detalles que se salen de este juego de similitudes. Y hay uno que tiene un peso mucho más feliz: Ledesma, el mismo que volvió del Catania para sumarse a este Boca, el mismo que hizo la jugada de gol para que Mouche definiera, el mismo que llegó para ser el suplente del Burrito Rivero, la rompió y dejó en claro que, como dijo en el encuentro pasado Nicolás Blandi, va a intentar jugar todo lo posible.
Otro detalle, que es difícil pasar por alto, es que River debió jugar todo el encuentro sin David Trezeguet, quien sufrió una lesión que podría llegar a complicar su titularidad frente a Almirante Brown.
El resto es el relato de un encuentro que tácticamente se anunciaba con todas las letras: Boca lo ganó igual, con las mismas fórmulas, incluso con goles muy parecidos entre sí. River lo perdió, también, igual, con los mismos errores, con los mismos dolores y con las mismas potenciales secuelas que pueden quedar después de perder un Superclásico al que –según demostraron Matías Almeyda y sus jugadores– le pusieron miles de expectativas.
Boca le ganó a River como, de movida, estaba pensado y pautado. La fiesta lejos estuvo de estar en la cancha, ya que ninguno mostró nada descabellado. Eso sí, en las tribunas, todo tuvo el hermoso color que tienen los Superclásicos, que por ahora se despiden, al menos, seis meses.
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