domingo, 20 de mayo de 2012

La increíble historia de amor y de música que sembró Chascomús

CONCIERTO. Una de las orquestas del Soijar, en el festival Iguazú en Concierto 2011.
Nació en 1998, sembrada por la musicóloga y directora de orquesta Valeria Atela, con el insípido nombre de Orquesta Escuela. Y lo que siguió a eso podría ser un sueño, pero es real. Lo testimonian en esta nota Araceli (26), Amparo (12) y Manuel (21). Tres destacados músicos que son la cara visible de los más de 500 jóvenes que se sumaron al sistema en la ciudad bonaerense, y de los miles que participan en las 80 orquestas infanto juveniles del país que replican esta metodología.

Es un proyecto solidario que sale a buscar a sus futuros músicos en los barrios humildes, y que tiene las puertas abiertas para todos. "Lo lindo es lograr algo entre todos. Entre todos somos", define Manuel, el chelista que llegó desde Jujuy.


El comienzo de esta historia es tan simple que parece increíble. Atela preparó el proyecto, se lo presentó a la municipalidad y sin saberlo puso en marcha. Chascomús cubrió las horas para cuatro profesores y la empresa Covisur, que en aquel momento era concesionaria del peaje, les donó los instrumentos. Consiguieron un espacio en la dirección provincial de educación y salieron a buscar a los chicos. Al principio eran nada más que 35. Araceli está desde entonces. "Vinieron a mi escuela y dieron un concierto. Después pasaron por las aulas, nos prestaban los instrumentos, para que eligiéramos", recuerda. "Antes de probar me gustó la viola, la vi y la elegí", dice y se emociona esta joven que hoy dirige la orquesta infantil.

Pero la historia tiene otros hitos. En 2001, llegó a Chascomús la Orquesta Sinfónica Nacional, que hizo una presentación con los chicos. Fue tal la sorpresa de los músicos al ver lo que habían logrado estos jóvenes en tan poco tiempo que decidieron empezar a darles clases ad honorem. Lograron pronto el apoyo del Mozarteum. Y en 2004, cuando llegó a la Argentina el maestro venezolano José Abreu, fue el Mozarteum quien convocó a Valeria Atela para que viaje con los chicos a Buenos Aires. Estaban convencidos de que allí nacería una sociedad fecunda. Tocaron los chicos de Chascomús, y cuentan quienes allí estuvieron que Abreu se paró y dijo: "Esta es la semilla que vengo buscando hace 25 años en la Argentina".

En febrero de 2005 hicieron el primer festival y Abreu envió una misión de maestros venezolanos a capacitar a los chicos de Chascomús. Generosa, Atela invitó entonces a todas las orquestas juveniles que quisieran participar. El proyecto se volvió nacional.


La clave es que se ven como un grupo, una comunidad en la que funcionan como engranajes. "Lo que hacemos o dejamos de hacer beneficia o perjudica a los otros chicos", coinciden. "Aprendemos a ser mejores personas, es un lugar de protección, no sólo es recreativo", destaca Manuel. Es una escuela de ciudadanía.

Lo vio en 2005 el ministro Mario Oporto, que convocó a Atela para replicar el sistema en la provincia de Buenos Aires. Allí se fundaron 21 escuelas con esta metodología. Ya están articulados con 80 orquestas del país. En San Luis abrieron una orquesta en un barrio marginal, en Buenos Aires están en San Martín, en La Matanza, en la villa La Cava. Pero si no los ven, ellos van de provincia en provincia expandiendo el sistema. Para llegar a una escuela pobre de Chaco vendieron empanadas y tortas en Chascomús. Y allí replican el sistema. Dan un concierto, prestan sus instrumentos, y se quedan unos días instruyendo a los chicos. Antes de irse los hacen tocar. Dejan la semilla. "Venezuela ya explicó y le mostró al mundo que cualquier chico puede sonar como la filarmónica de Berlín", dicen. Ellos son la prueba.

En Chascomús no había orquesta, ahora hay público sinfónico, que sigue a la orquesta. Rompieron el prejuicio de que la música clásica es elitista. Y lo mejor de todo es que siembran. Ymultiplican.
 

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