Portada del disco «Güena gente» de Alfonso del Valle.
Si George Brassens viviera y le hubiese llegado a París el nuevo disco de ALFONSO DEL VALLE: «Güena gente»
—yo me habría encargado de mandárselo—, estoy completamente seguro de
que, tras escucharlo, aprovecharía la primera oportunidad que tuviera de
venir a España para pasarse por Sevilla, sentarse de incógnito una
noche en la Sala La Estación, y escuchar a Alfonso en directo...
Si George Brassens viviera y le hubiese llegado a París el nuevo disco de ALFONSO DEL VALLE: «Güena gente»
—yo me habría encargado de mandárselo—, estoy completamente seguro de
que, tras escucharlo, aprovecharía la primera oportunidad que tuviera de
venir a España para pasarse por Sevilla, sentarse de incógnito una
noche en la Sala La Estación, y escuchar a Alfonso en directo...
Y también estoy seguro de lo muchísimo que habría disfrutado oyéndole cantar... ¡Brassens conocía muy bien —porque era un "maestro"— la quintaesencia de la auténtica canción de autor!
Y es que Alfonso del Valle,
con su corazón —sístoles y diástoles que alimentan su ternura y su
libertad—, con sus manos, con su desbordante imaginación, con su boca y
con su guitarra, va recorriendo los caminos regalándonos grandes
canciones.
Canciones —como las que ha grabado en su último disco Güena gente—
en las que podemos encontrarnos con situaciones cotidianas
aparentemente intrascendentes, pero que al final te atrapan, te dan un
revolcón y te emocionan...; encontrarnos con sentimiento...; con
recuerdos —como el de aquel macuto de «Munich 72» que nunca llegó a
tener—; con vivencias personales —con amores y desamores incluidos— pero
sin alardes de trascendencia y, por supuesto, sin la directa intención
de entusiasmar a las jovencitas mierdaliberarles de la primera fila que aplauden, corean y casi se "corren" escuchándole cantar...
En las canciones de Alfonso
podemos hallar y disfrutar de la desnudez de un latido...; y todo ello
sin dramatismo —aunque sea doloroso—, con buen humor; como algo que
aparentemente no tiene demasiada importancia pero que al final duele, o
conmueve, o te llena de "mala leche". Valga como ejemplo, cuando Alfonso fotografía magistralmente los suspiros que se siguen escuchando por toda España porque continúa habiendo gente que tiene que pirarse
de su casa, de su pueblo y de su entraña para buscar trabajo
recorriendo todavía los crueles y dolorosos rumbos de la emigración.
Pues bien, Don Alfonso del Valle
—que no ha perdido ni ha olvidado la memoria—, ante la barbaridad y el
desastre económico que estamos viviendo y sus consecuencias —una de
ellas la vuelta a la emigración— retoma el famoso pasodoble —que fue
sentimiento y voz popular— y, en su característico tono irónico y
desbordantemente tierno, le da un giro a la copla, y convierte aquellos Suspiros de España, en un Suspiráis de España que se puede bailar, ¡por supuesto! —sigue siendo un pasodoble— pero que duele. A mí, logra romperme el alma...
¡Señores y señoras! ¡jóvenes cantautores y cantautoras! ¡ESCUCHAD, POR FAVOR!...: ¡EN «GÜENA GENTE» PODÉIS ENCONTRAR LA AUTÉNTICA "CANCIÓN DE AUTOR" EN SU MÁS PURA ESENCIA!... Y Brassens aplaudiendo...
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