La cantante española de raíces africanas apostó por el protagonismo
del piano (ejecutado con complicidad imprescindible por Iván "Melón"
Lewis), la presencia envolvente de su voz.
Buika
canta y se lleva las manos al pecho, al estómago, arruga su ropa y su
voz emerge de todo su cuerpo. Una voz seca, que raspa y acaricia, que se
desgarra, se encoleriza y ama con la misma intensidad. "Confío más en
mis notas que en mis palabras"
Las inflexiones de su voz... el embrujo del cante y las profundidades de
su interpretación son la brújula que la llevan por distintos
paisajes dramáticos.
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