miércoles, 29 de agosto de 2012

Cada vez son mas grandes las contradicciones de Vargas LLosa

El Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa está alterado, ofuscado con la ola de solidaridad en torno a Julian Assange. En su reciente alegato, “Julian Assange en el Balcón, el extraordinario novelista hace un análisis tan pobre como prejuicioso sobre la personalidad del australiano, el litigio internacional en el que anda envuelto y el fenómeno de Wikileaks y su impacto informativo.

La mayoría de los periódicos y medios electrónicos que replicaron el texto de Vargas Llosa se centraron en la descalificación personal a Julian Assange, ignorando el fondo de la argumentación del peruano.
“No hay razón alguna para considerar a Julian Assange un cruzado de la libertad de expresión, sino más bien un vivillo oportunista que, gracias a su buen olfato, sentido de la oportunidad y habilidades informáticas, montó una operación escandalosa que le dio fama internacional y la falsa sensación de que era todopoderoso, invulnerable y podía permitirse todos los excesos”, sentencia Vargas Llosa.

Assange como “vivillo oportunista” fue la expresión más difundida, no así el alegato de Vargas Llosa en contra de la filtración masiva de documentos provenientes del circuito del Pentágono y del Departamento de Estado norteamericanos y su defensa casi fundamentalista de una legalidad a la medida de los intereses de un imperio como el norteamericano.

Paradójicamente, al autor de El Sueño del Celta –novela electrizante sobre Roger Casement, un irlandés que denunció el colonialismo en el Congo y murió encarcelado en Londres-, le molesta que Wikileaks haya atacado al “principal valedor” de la democracia occidental, que es Estados Unidos.
Vargas Llosa se pregunta mañosamente:
“¿Contribuyeron las delaciones de Wikileaks a airear unos fondos delictivos y criminales de la vida política de estadounidense?… ¿No es curioso que Wikileaks privilegiara de tal modo revelar los documentos confidenciales de los países libres, donde existe, además de la libertad de prensa una legalidad digna de ese nombre, en vez de hacerlo con las dictaduras y los gobiernos despóticos que proliferan todavía por el mundo?”.

Olvida Vargas Llosa que Estados Unidos no sólo es una nación democrática, fuerte, sino la potencia armamentista global más poderosa del mundo, sobreviviente de la guerra fría, y animadora durante la administración de George Bush de dos invasiones (Afganistán e Irak), bajo el pretexto de las “guerras preventivas” contra el terrorismo que han sido un rotundo fracaso como medios para “exportar la democracia” y “la tolerancia” que Washington dice defender.
Vargas Llosa elude mencionar que buena parte de los cables de Wikileaks, filtrados entre 2010 y 2011, se refirieron a los abusos ocurridos durante estas dos guerras de intervención en contra de la población civil y exhibieron la compulsión imperialista de Washington que se siente con igual derecho de intervenir en Oriente medio, que en México o en Sudamérica, bajo el principio de la diplomacia hegemónica.

En otras palabras, justamente por su impacto global, las guerras de Estados Unidos en el nuevo milenio fueron desnudadas por los cables de Wikileaks, no con ficción, ni mentiras, ni novelas, sino con documentos redactados por los propios funcionarios norteamericanos.

Le molesta que la mayoría de estos documentos hayan sido obtenidos por “robo y piratería” informática, “presentándolos como una proeza de la libertad de expresión que sacaba a la luz intrigas, conspiraciones y conductas reñidas con la legalidad. ¿Fue realmente así?…. Así la afirman quienes odian a Estados Unidos, ‘el enemigo de la humanidad’, y no se consuelan todavía de que la democracia liberal, del que ese país es el principal valedor, ganara la guerra fría y no fueran más bien el comunismo soviético o el maoísta los triunfadores”.
¿Ganó realmente la democracia liberal en el mundo?, valdría la pena revirarle a Vargas Llosa. ¿Es democracia liberal lo que se instauró en Irak y Afganistán, bajo las “intervenciones quirúrgicas” de Estados Unidos? ¿Alentó la democracia liberal o el islamismo radical la miopía norteamericana en su geopolítica en Oriente medio y en Asia Central?

Por otra parte, la mayoría de los documentos “filtrados” sin pedir permiso son “desclasificados” en Estados Unidos después de décadas. La única diferencia es que Wikileaks los divulgó de manera anticipada, en forma cruda y sin el tamiz de la autocensura que suele caracterizar el goteo de esta información. ¿Acaso esta osadía no generó un revuelo mundial? ¿Si no son un asunto de libertad de prensa, por qué periódicos tan importantes como The Guardian, El País o The New York Times le dieron eco?
Tiene razón Vargas Llosa en relación con las otras dictaduras o democracias fallidas prevalecientes en el mundo. Es necesario ventilar sus secretos y sus excesos. Esa es la función del periodismo. ¿Acaso no sería eso necesario en el caso de Cuba como en el del presunto lavado de dinero en las elecciones mexicanas del 2012, pero también en el caso de la ultraderecha de Israel? ¿Acaso estos no son asuntos de índole periodística?


La mentira en la supuesta verdad de Vargas Llosa es anticipar un juicio que apenas está por determinarse en torno a las acusaciones de presunto abuso sexual de Julian Assange; sentenciar que no existe persecución alguna en Estados Unidos (no al menos pública) y criticar a Ecuador –cuyo presidente Rafael Correa le genera roña al peruano-, pero evade analizar que el derecho de asilo es de los pocos de alcance internacional que aún tienen vigencia, a pesar del unilateralismo predominante.
Que a Vargas Llosa le caiga mal Assange, le parezca un “vivillo oportunista” o sea un esnobista, es muy su derecho. Más bien describe un problema de transferencia psicoanalítica en el ensayo del novelista.
El punto fundamental es si una acusación de índole íntima, privada, de presunto abuso sexual –no comprobada plenamente-, es razón suficiente para emprender una cacería internacional contra Assange y su medio.

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