El Premio Nobel de Literatura 2010,
Mario Vargas Llosa está alterado, ofuscado con la ola de solidaridad en
torno a Julian Assange. En su reciente alegato, “Julian Assange en el Balcón”,
el extraordinario novelista hace un análisis tan pobre como prejuicioso
sobre la personalidad del australiano, el litigio internacional en el
que anda envuelto y el fenómeno de Wikileaks y su impacto informativo.
La mayoría de los periódicos y medios
electrónicos que replicaron el texto de Vargas Llosa se centraron en la
descalificación personal a Julian Assange, ignorando el fondo de la
argumentación del peruano.
“No hay razón alguna para considerar a
Julian Assange un cruzado de la libertad de expresión, sino más bien un
vivillo oportunista que, gracias a su buen olfato, sentido de la
oportunidad y habilidades informáticas, montó una operación escandalosa
que le dio fama internacional y la falsa sensación de que era
todopoderoso, invulnerable y podía permitirse todos los excesos”,
sentencia Vargas Llosa.
Assange como “vivillo oportunista” fue
la expresión más difundida, no así el alegato de Vargas Llosa en contra
de la filtración masiva de documentos provenientes del circuito del
Pentágono y del Departamento de Estado norteamericanos y su defensa casi
fundamentalista de una legalidad a la medida de los intereses de un
imperio como el norteamericano.
Paradójicamente, al autor de El Sueño del Celta –novela
electrizante sobre Roger Casement, un irlandés que denunció el
colonialismo en el Congo y murió encarcelado en Londres-, le molesta que
Wikileaks haya atacado al “principal valedor” de la democracia
occidental, que es Estados Unidos.
Vargas Llosa se pregunta mañosamente:
“¿Contribuyeron las delaciones de
Wikileaks a airear unos fondos delictivos y criminales de la vida
política de estadounidense?… ¿No es curioso que Wikileaks privilegiara
de tal modo revelar los documentos confidenciales de los países libres,
donde existe, además de la libertad de prensa una legalidad digna de ese
nombre, en vez de hacerlo con las dictaduras y los gobiernos despóticos
que proliferan todavía por el mundo?”.
Olvida Vargas Llosa que Estados Unidos
no sólo es una nación democrática, fuerte, sino la potencia armamentista
global más poderosa del mundo, sobreviviente de la guerra fría, y
animadora durante la administración de George Bush de dos invasiones
(Afganistán e Irak), bajo el pretexto de las “guerras preventivas”
contra el terrorismo que han sido un rotundo fracaso como medios para
“exportar la democracia” y “la tolerancia” que Washington dice defender.
Vargas Llosa elude mencionar que buena
parte de los cables de Wikileaks, filtrados entre 2010 y 2011, se
refirieron a los abusos ocurridos durante estas dos guerras de
intervención en contra de la población civil y exhibieron la compulsión
imperialista de Washington que se siente con igual derecho de intervenir
en Oriente medio, que en México o en Sudamérica, bajo el principio de
la diplomacia hegemónica.
En otras palabras, justamente por su
impacto global, las guerras de Estados Unidos en el nuevo milenio fueron
desnudadas por los cables de Wikileaks, no con ficción, ni mentiras, ni
novelas, sino con documentos redactados por los propios funcionarios
norteamericanos.
Le molesta que la mayoría de estos
documentos hayan sido obtenidos por “robo y piratería” informática,
“presentándolos como una proeza de la libertad de expresión que sacaba a
la luz intrigas, conspiraciones y conductas reñidas con la legalidad.
¿Fue realmente así?…. Así la afirman quienes odian a Estados Unidos, ‘el
enemigo de la humanidad’, y no se consuelan todavía de que la
democracia liberal, del que ese país es el principal valedor, ganara la
guerra fría y no fueran más bien el comunismo soviético o el maoísta los
triunfadores”.
¿Ganó realmente la democracia liberal en
el mundo?, valdría la pena revirarle a Vargas Llosa. ¿Es democracia
liberal lo que se instauró en Irak y Afganistán, bajo las
“intervenciones quirúrgicas” de Estados Unidos? ¿Alentó la democracia
liberal o el islamismo radical la miopía norteamericana en su
geopolítica en Oriente medio y en Asia Central?
Por otra parte, la mayoría de los
documentos “filtrados” sin pedir permiso son “desclasificados” en
Estados Unidos después de décadas. La única diferencia es que Wikileaks
los divulgó de manera anticipada, en forma cruda y sin el tamiz de la
autocensura que suele caracterizar el goteo de esta información. ¿Acaso
esta osadía no generó un revuelo mundial? ¿Si no son un asunto de
libertad de prensa, por qué periódicos tan importantes como The Guardian, El País o The New York Times le dieron eco?
Tiene razón Vargas Llosa en relación con
las otras dictaduras o democracias fallidas prevalecientes en el mundo.
Es necesario ventilar sus secretos y sus excesos. Esa es la función del
periodismo. ¿Acaso no sería eso necesario en el caso de Cuba como en el
del presunto lavado de dinero en las elecciones mexicanas del 2012,
pero también en el caso de la ultraderecha de Israel? ¿Acaso estos no
son asuntos de índole periodística?
La mentira en la supuesta verdad de
Vargas Llosa es anticipar un juicio que apenas está por determinarse en
torno a las acusaciones de presunto abuso sexual de Julian Assange;
sentenciar que no existe persecución alguna en Estados Unidos (no al
menos pública) y criticar a Ecuador –cuyo presidente Rafael Correa le
genera roña al peruano-, pero evade analizar que el derecho de asilo es
de los pocos de alcance internacional que aún tienen vigencia, a pesar
del unilateralismo predominante.
Que a Vargas Llosa le caiga mal Assange,
le parezca un “vivillo oportunista” o sea un esnobista, es muy su
derecho. Más bien describe un problema de transferencia psicoanalítica
en el ensayo del novelista.
El punto fundamental es si una acusación
de índole íntima, privada, de presunto abuso sexual –no comprobada
plenamente-, es razón suficiente para emprender una cacería
internacional contra Assange y su medio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario