El regreso del cantor tras una dura enfermedad, con el debut del
disco que lo muestra buscándose aún en el folclore más allá de las
toallas y la mayoría de baladas de la noche: Con alma de pueblo .
Ante gritos de miles de niñas y adultas, Pereyra, una expresión en voz suprema de los que encarnaron, latinizándolo
, el “folclore joven” en plenos años del pum para arriba, abre su set
romántico (con su gran banda dirigida por Darío Pacheco) como una misma,
larga letra que varía sentimientos.
De corbata y traje negro, tiembla contra el farol junto a un banco de plaza; entona bellamente Zamba para olvidar y se compunge en La hora del cantor y en la ¿zamba?
Dónde estará , dos del disco nuevo, mientras aguarda las arengas de amor que, de tan ocurrentes, serán las estrellas del concierto.
“A despertar tan solo, a dormir sin mirarte”. La que manda es la pasión de Pereyra, que arpegia
la guitarra acústica y habla (entre más aullidos): “No puedo expresar
lo que pasa por mi mente, mi corazón y mi cuerpo, al ver este
reencuentro”. Así, el lujanense regala una anécdota con una ex novia,
mostrando su timing de pícaro relator, y cuando le dé un piquito
a una nena de tres años oirá la queja desde el gallinero: “¡Yo también
soy un bebé!”.
“Perdóname si no supe amarte como quieres”, se abre en voz aguda -nunca gritando-, y ofrece Mar de amor , Chaupi corazón , Soy un inconsciente , o el No quisiera quererte
que entona su padre, Juan Angel, bajo el otro farol. ¿Y Luciano?
Reaparecerá de negro sport a la par de la foto en pantalla de su otro
mentor, Horacio Guarany. Esa voz en off lo alaba y le deja picando más
temas del disco: su versión de aquél de Memorias de una vieja canción , Hoy me desperté y Dame un beso .
"Llenar
la calle Corrientes de folclore es un orgullo para mí”, dirá antes de
la balada que nombra el disco, para abrir otra anécdota: la de un amor
de secundaria, y el reencuentro, que inspiró Con alma de pueblo ,
su homenaje a Luján fundido “al sabor del primer beso”. Es lo mejor del
disco ya que activa algo más -el amor a un pago chico- y las lágrimas
que rebrotan en las suyas: Pereyra divisa el Gran Rex casi lleno y,
adelante, a las fanáticas que corean Sólo le pido a Dios , Porque aún te amo y Así, así , conteniéndose hasta el placer final, el de la cumbia El vestido rojo , cuando menearán sus prendas y sombreros a tono hasta que él las señale entre besos y lágrimas nuevas.
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