domingo, 28 de agosto de 2011

"Polaco" Goyeneche Aniversario de su desaparición



“Jamás utilizo un tono impersonal, ni para saludar a un desconocido. Tampoco uso el traje de prócer y se cuido bien de controversias y complejidades.

Parecía un chabon de Saavedra, un hombre ajeno al mundo de fluorescencias que lo rodeaba en los tiempos de gloria. Sin saberlo, Roberto Goyeneche estaba fabricando su incursión en el mito. La beatificación porteña, en cambio, sobrevino tras su muerte, una tontería de la historia: su público quedo paralizado cuando advirtió que El Polaco, que tenía respuestas para todo, se había ido definitivamente sin contestar las últimas preguntas.

Supo de baches y recovecos desde el volante de un colectivo y estaciono el hilo denso de su voz en la cochera reservada para los irrepetibles. También edifico leyendas, que se certificaron cuando su voz se había opacado y algunas grietas se advertían en su canto…

…Hay marcas que bastan para explicar el éxito, el recuerdo, la reverencia, la unanimidad. Más allá de su propia, proverbial obsesión por penetrar el sentido de la poesía del tango, Goyeneche fue capaz de triunfar en Paris frente a auditorios que solo podían manejarse por intuición, incapacitados para percibir la versión del idioma, pero nada lerdos a la hora de comprender que se encontraban en presencia de un gran artista.

...Otra muestra fue la adhesión incondicional de universos etarios diferentes: en Buenos Aires cautivo a los jóvenes, en tiempos de virtual hegemonía nacional del rock.

…Como a otros grandes, Borges, Piazzola, Troilo o Maradona, a Roberto Goyeneche hay que evocarlo por la obra y no por sus pareceres.”



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