martes, 26 de junio de 2012

Lila Downs brilló con sus historias cantadas en un show poderoso

La cantautora mexicana Lila Downs estremeció  al público argentino con un recital intenso, signado por el baile y momentos de honda emoción, que resultó memorable.
La fuerza del canto ancestral fusionada con los acordes más urbanos de la modernidad conformaron una seductora mixtura que marcó el espíritu del concierto, en el que la cantante hechizó a la audiencia con los matices de su voz y de su cuerpo.
"¡Vamos a celebrar la vida!" gritó para inaugurar el show y refrendar su entrega, capaz de trazar un itinerario musical sin concesiones que lejos de instalarse en la previsible euforia de los ritmos pegadizos, se permitió adentrarse en la oscuridad de los boleros y las coplas.
Al margen de estos apuntes, la propuesta artística quedó clara desde el principio de la velada: compromiso emocional y festivo para narrar las historias de los que menos tienen, de los enamorados y de las exuberancias de la naturaleza.
La colorida puesta en escena enfatizó el valor de lo artesanal, con una simple pantalla de video como telón de fondo para proyectar imágenes de mujeres aborígenes y grabados sobre la religiosidad popular, inspiradora de su último trabajo discográfico, "Pecados y Milagros".
Lila estuvo en Argentina dos años atrás con su tour Mujer de magia negra y en esta ocasión eligió subir al escenario enfundada en una suerte de vestido de novia inmaculado y sugerente, con una botella de mezcal en mano.
Así abrió el fuego musical con su potente "Mezcalito", para seguir orgullosa apostando a los agudos en "Tu cárcel" y "Dignificada", cuyo título se encarna en la sensualidad definitiva de la artista.
Los gorjeos desgarradores de una suerte de pájaro tomaron su voz y definieron la ovación con que fue saludada "Palomo", mientras que su versatilidad la llevó luego a transformarse en una iguana y terminó arrastrándose por el escenario para acompañar el tema del mismo nombre.

Las inflexiones de la voz devinieron gestos teatrales que subrayaron la insolencia de "Zapata se queda", cuyos acordes fueron acompañados por el zapateo de Lila, mientras las imágenes de pies descalzos en movimiento profundizaban la intensidad del cuadro y convocaban al baile.
Su voz siempre sonó impecable y transformó las luchas sociales por conservar la identidad en una bandera cantada como sucedió en "Justicia", entonada paseándose y con el puño cerrado en alto, pero desde un lugar de honda femineidad, como sucedió durante todo el concierto.

La cantante local Soledad Pastorutti fue la invitada para compartir escenario y conformar una versión de "Yo tengo tantos hermanos", de Atahualpa Yupanqui, en la cual Lila agregó dramatismo e intensidad al dúo ocasional.

Esta mujer, defensora de los derechos de otras mujeres y cultora de una mezcla de ritmos -música tradicional mexicana, coplas, bachata, hip-hop- que representa y reivindica, mantuvo a la platea en movimiento con la caliente "Pecadora" y para el cierre ofreció la sabrosa "Cumbia del mole".

Durante más de una hora y media, la comunión entre público y artista mantuvo intacta para culminar en cuatro bises que incluyeron "La cucaracha", un clásico de la Revolución Mexicana y una versión de "La llorona" en la cual Lila terminó arrodillada en el piso cubierta por un pañuelo, casi como una suerte de símbolo de las luchas que no cesan.
Su banda de músicos tiene pasión y excelencia y el arpa de Celso Duarte dialogó toda la noche no sólo con la voz de la cantante, sino también con sus chales, sus sombreros, sus flores y cada detalle que recordó al público que estuvo frente a una mujer desboradante.

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