A veces
leo comentarios que me llenan de angustia, no porque refieran
críticas sobre mi tarea, a esta altura estoy acostumbrado, sino porque
demuestran lo lejos que están algunas personas de comprender cuales son
los procederes valiosos para una sociedad, evidentemente confundida y
menoscabada en su capacidad de análisis. El otro día leí uno de una mujer
que me preguntaba, “irónicamente”, en referencia al álbum de fotos con mis
hermanos Mapuche, si sólo me había tomado esas fotos con ellos o les había
llevado algo “como hace Patricia Sosa”. La pregunta es intencionalmente
ofensiva pero, mucho más cuando el blanco de esa crítica subliminal, es
justamente quien dio a conocer desde su obra “Taki-Ongoy” ya en mil
novecientos ochenta seis, la verdad de la conquista española en nuestro
territorio y expuso masivamente, por primera vez en la Argentina, la
problemática social de los pueblos originarios y denunció el pavoroso
etnocidio de cincuenta millones de personas, apoyando y haciendo suyos los
reclamos territoriales, culturales y religiosos de todos los pueblos y
naciones indias del continente. Una postura que antes que medallas me
valió el repudio y la censura española, de la iglesia en su conjunto y de
los medios corporativos afines a los poderes políticos que medran desde el
colonialismo y los latifundios madereros y sojeros ocupando territorios
que ancestralmente pertenecen a esos pueblos. Puedo decir orgullosamente
que ese trabajo y mi permanente discurso a favor de esos desposeídos puso
en evidencia la desfachatez del poder político y su intento por ignorar
todos sus derechos. Hoy eso está en la tapa de los diarios, hubo
devoluciones territoriales y también se crearon organismos como el Centro
de educación y comunicación Mapuche, para mejorar la instrucción bilingüe,
una cátedra de idioma mapudungun en la Facultad de Filosofía y letras, y
diversas comisiones compuestas por educadores indígenas en el ámbito del
Ministerio de Educación propuestas por un servidor y el entonces Ministro Daniel
Filmus, para mejorar la calidad educativa de las regiones más carenciadas
de nuestro país y así eliminar definitivamente el analfabetismo. Fundé
bibliotecas, contribuí con centros de salud, con salas materno infantiles,
colaboré económicamente con el museo arqueológico de la Universidad de La
Rioja para preservar hallazgos importantísimos para el conocimiento de los
antiguos habitantes de Talampaya, compré vehículos para que mis hermanos
Mapuche pudieran trasladarse por un territorio duro y adverso por
urgencias sanitarias y jamás hice barullo con estas cuestiones porque creo
que la solidaridad es un bien íntimo y no se la debe utilizar
demagógicamente para lucimiento personal. Hoy por primera vez remarco esa
tarea para que se entienda que no es la dádiva o la limosna lo que va a
cambiar las condiciones de vida de esas personas, sino la lucha
concientizadora que obligue a las autoridades a dar cumplimiento a los
pactos establecidos con los pueblos originarios en las distintas etapas de
la lamentable historia de nuestro país en ese terreno. Entonces mi
estimada señora le respondo, no llevé caridad, eso seguramente la dejaría
tranquila a usted, pero me puse bajo la bandera de una lucha digna, camino
del brazo de mis hermanos, orgullosamente, sin creer que me necesitan
porque en realidad somos nosotros quienes necesitamos de ellos y su enorme
sabiduría y espiritualidad.
- VICTOR HEREDIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario